Pachamama: La importancia de volver a la tierra
¿Cuán lejos estamos en las urbes posmodernas de sentir el valor que tiene la Madre Tierra en nuestras vidas? Somos hijos de la Pachamama o Madre Tierra y debemos adorarla como se merece. Sin embargo, como seres pensantes nos hemos alejado bastante de ella. Por un lado dejamos que las ansias de poder nos envuelvan en un avance humano en el que el valor reside en la intangibilidad de lo financiero, el consumo del materialismo adormecedor, el llenar nuestras vidas con sucesos efímeros que nada dejan y nada aportan a nuestro ser.
Una de las tantas tareas en esta vida es ver quiénes somos, descubrir cuáles son nuestras raíces, y a quién debemos rendirle honores y ofrendas. Sin embargo, para ello, tampoco debemos olvidar que somos seres portadores de divinidad y somos los intermediarios entre el cielo y la tierra y que nuestra humanidad reside, en parte, en reconocernos de esa manera. Obrar consecuentemente es entonces la forma de ser verdaderos hijos de la Pachamama, porque a través de nuestros actos divinos con el entorno lograremos la armonía en nuestras acciones humanas.
Adorar a la Pachamama
El término Pachamama se encuentra formado por los vocablos “Pacha”, que en quechua significa universo, mundo, tiempo, lugar, y “Mama”, traducido como madre, tierra, la fertilidad, lo femenino.
La Pachamama es por ello nuestra vida y si le damos la espalda, como está sucediendo en la actualidad con el ritmo de consumo y, por ende, alta producción contaminante, nos estamos dañando a nosotros mismos.
No es tarea fácil rendirle honores a la Pachamama, porque es un camino que tiene muchas bifurcaciones, diríamos casi como personas hay en este mundo, y éste puede ir desde ser un fanático activista ecológico, ser un gran defensor de costumbres indígenas, o simplemente tener nuestra propia huerta orgánica en casa.
Cómo acercarnos a la Tierra
Con el ritmo acelerado de la vida moderna, que incluyen las tareas cotidianas, las largas horas de trabajo, la nueva era informática, etc. a veces preferimos hacer oídos sordos y ocupar nuestro tiempo en cosas o cuestiones superfluas, egoístas, ociosas, materialistas, antes que invertirlo en crear un espacio propio que nos conecte a la Tierra, a nuestros orígenes, a la vida.
Por ello, a continuación proponemos algunas actividades que nos pueden ayudar a volver a la tierra:
Crear huertas orgánicas: además de comer de forma más saludable, los cultivos en casa es una forma de tocar la tierra, sentir el valor de sus nutrientes, acompañar el proceso de crecimiento de las plantas, respetar y conocer los ciclos naturales y el ritmo de las estaciones del año.
Salidas al aire libre: viajar y/o aprovechar las salidas en momentos de ocio para contemplar la naturaleza, los paisajes, sentir el calor del sol, mirar el cielo, etc.
Armar nuestro propio jardín: buscar un espacio en nuestro hogar en el que tengamos plantas, flores, arbustos.
Tener mascotas: los animales domésticos, además de ser excelentes compañías, nos ponen en contacto con la naturaleza.
Colaborar con asociaciones de ayuda a comunidades aborígenes y/o en fundaciones ecologistas: puede ser a través de actividades directas o apadrinándolas con donaciones u otros aportes.
Estudiar los orígenes o antepasados de nuestro lugar de nacimiento: esta es una forma de volver a las raíces.
Respetar nuestro entorno a nivel ecológico: producir menos basura, cuidar el agua, evitar la compra de cosas innecesarias, no producir chatarra electrónica, etc.
Celebraciones regionales
Los pueblos originarios cuentan con una infinidad de fiestas durante todo el año relacionadas al ciclo agrícola de las estaciones. Es el cultivo de la tierra lo que establece los ritmos indígenas, pues ahí se germina la vida, la naturaleza, el alimento y, a través de todo esto, se alcanza la abundancia.
Los nativos latinoamericanos nunca olvidan agradecerle sus frutos a la Pachamama, y se dedican a rendirle honores durante el mes de agosto. Así, el calendario agrícola marca la pauta de la vida de los pueblos originarios. Después de la cosecha, la tierra descansa y despierta en agosto con “hambre”. La creencia es que para que no se coma las semillas de la siembra, que empieza el 21 de agosto, hay que alimentarla simbólicamente. Durante todo el mes, los pueblos andinos le hacen ofrendas, que significa devolver de forma ritual lo que la tierra ha dado durante todo el año, es decir, se le dan alimentos, agua, coca, chicha, vino, etc. A su vez, es una oportunidad para pedir por prosperidad y por salud para el resto del año.
Celebrar a la Pachamama es esencial en la concepción ancestral de los pueblos indígenas. Esta costumbre se asienta en que ellos asumen que son parte de un ser mayor, la Tierra, y esta celebración es un modo de asumirlo.
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